martes, 10 de mayo de 2011

Honduras: La pobreza tiene rostro de mujer

                                        


En zonas rurales de los departamentos de Lempira e Intibucá la mayoría de hogares son jefeados por madres solteras

Por Lisseth García (Diario LA PRENSA. HONDURAS)

Su piel está reseca por el frío y sus manos callosas por el duro trabajo que realiza. Andrea Hernández tiene apenas 35 años, pero parece que pasara de 50. Su contextura delgada y la palidez de su rostro contrastan con su pelo negro y el atuendo campesino que lleva puesto ya comienza a decolorarse. Muy sincera dice que no podrá tener otro vestido en mucho tiempo porque apenas gana treinta lempiras al día.

Es madre de siete hijos y su preocupación diaria es qué comerán sus niños. El menor, de 14 meses, aún no camina. Con suerte consiguieron este día dos huevos para el almuerzo, frijoles “chinapopos”, sal y tortillas.

LA PRENSA llegó hasta la casa de Andrea, una choza de baharaque con piso de tierra. En un rincón hay una cama pequeña donde duerme con sus siete hijos. Ella es un reflejo de la realidad de las mujeres en el Occidente del país, son madres solteras que luchan para salir adelante. Más allá en la misma aldea de Santa Rosita, en el municipio de Santa Cruz, Lempira, María Humberta Díaz vive una historia parecida. La diferencia es que el techo de su casa tiene menos agujeros que el de Andrea y todavía no tiene puertas.


Al recorrer casa por casa en las aldeas de Santa Cruz, uno de los municipios más pobres de Lempira, con ocho mil habitantes, se puede comprobar que la mayoría de hogares son dirigidos por madres solteras. Mujeres que han quedado embarazadas hasta once veces y cuyos hombres las han abandonado porque tienen otro hogar o porque sencillamente no quieren hacerle frente a la responsabilidad, según sus relatos.

Esas mujeres han levantado paredes de tierra con esfuerzo propio y están criando a sus hijos, pero la falta de figura paterna y un programa de apoyo a estas féminas lencas agravan la situación. Estos meses han sido difíciles para todos porque las milpas no produjeron suficiente, el trabajo ha mermado y el clima afectó los cultivos.

Sumado a ello, sus hijos no están recibiendo clases por el conflicto en Educación y por ende, la merienda escolar. Tampoco pueden salir a trabajar, pues deben cuidar a sus hijos o llevarlos con ellas.

Muchas mujeres atraviesan situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar, acoso y abuso sexual e incesto, pero no se atreven a denunciar por temor. Algunas lo han hecho, cuentan las autoridades de los municipios, gracias a programas de apoyo. La mayoría es analfabeta y se esfuerza por tener a sus hijos en la escuela, pero ante las constantes huelgas los han retirado.

Miseria y abandono

Las escenas son las mismas sólo cambian de lugar en aldeas polvorientas de Intibucá, Lempira y La Paz, donde campea la desnutrición, la pobreza, la miseria y el analfabetismo.

Las mujeres son padres y madres. Trabajan de sol a sol para sacar adelante a sus hijos, hacen sus milpas y los quehaceres domésticos. Es normal ver mujeres con pañuelos en la cabeza trabajando en la tierra armadas de un azadón y de machetes. Pero, aunque tengan a un compañero de hogar, su trabajo no es valorado, ya que al consultar quién mantiene la casa, las mismas féminas dicen que los hombres y además al consultar sobre las actividades que realizan para la generación de ingresos, solamente hacen referencia a las actividades que realizan los hombres. La actividad de oficios domésticos aparece como única fuente de ingresos para las mujeres, sin destacar su labor productiva. “Yo tengo cuatro hijos, me dejé con el marido y corto café cuando hay temporada, además hago pan y tamales para poder mantener a mis hijos”, dice María Vásquez, originaria de Gualcinse, Lempira.

Una ventana

Las mujeres que han tenido oportunidad de participar en programas de Organizaciones no Gubernamentales han cambiado su mentalidad y hasta buscan participación en proyectos locales, pero no todas tienen la oportunidad.

Según un estudio de la Asociación de Organizaciones no Gubernamentales, Asonog, en la mancomunidad Cafeg, conformada por siete municipios: Candelaria, Gualcinse, Piraera, San Andrés, Erandique, Santa Cruz y San Francisco en el departamento de Lempira, figuran dentro de los más pobres del país. Son sitios aislados con grandes distancias por recorrer, difícil acceso y pocos medios de transporte que limita a las mujeres y demás población a participar en procesos a ejecutar de forma activa y permanente para reducir la pobreza.

Las necesidades estratégicas de las mujeres en la zona están identificadas con la condición de subordinación y violencia machista.

El vicealcalde del municipio de Santa Cruz, Lempira, Alejandro Hernández, está consciente que el problema es grande porque la mayoría de hogares están en manos de mujeres madres solteras cuyos compañeros de hogar han emigrado a otros lugares y otros las han abandonado dejándolas con muchos hijos.

Igual situación se vive en el municipio de Yamaranguila, Intibucá, donde las campesinas lencas son el sostén de sus hogares por las mismas situaciones que atraviesan las féminas en Lempira y La Paz.

Según la información que maneja la Organización Intibucana de Mujeres Las Hormigas, el índice de analfabetismo en las mujeres aún es alto, a pesar de diferentes programas de alfabetización que se han desarrollado. Hay un 23% de campesinas lencas analfabetas en ese departamento. El acceso y control de los recursos en su mayoría siempre es más para los hombres que para las mujeres, ya que sólo el 32% de las mujeres tienen tierra a nombre suyo y el 28 por ciento son dueñas de la vivienda.

Imagenes sobre la pobreza en honduras




El hambre golpea sin piedad a las familias que habitan en el llamado corredor seco, ubicado en la zona sur
de Honduras.

Una evaluación sobre la situación alimentaria y nutricional en 45 municipios de los departamentos de Valle, Choluteca, el sur del departamento de El Paraíso, La Paz y Francisco Morazán establece que la desnutrición crónica en las familias es de un 32 por ciento.

El resultado de la muestra rebasa el promedio nacional que se estima en 25 por ciento. El estudio incluyó una muestra de 600 hogares, con un promedio de seis miembros por núcleo familiar, el cual revela que la desnutrición aguda afecta al 1.7 por ciento de los niños menores de cinco años.

Los datos fueron obtenidos a través del plan de evaluación de la seguridad alimentaria en la zona sur de Honduras, estudio que fue realizado entre el gobierno y varias organizaciones vinculadas al tema alimentario. El objetivo es definir el "Plan estratégico para contrarrestarla hambruna en el país".

El informe establece, además, que en la zona sur y regiones de similares en cuanto a condiciones agroecológicas, la pobreza y el hambre constituyen un problema estructural y no coyuntural.

De acuerdo a María Antonieta Guillén, ministra de la presidencia, ante esta situación no se puede perder tiempo, se debe actuar.

"Tenemos que trabajar dentro de los próximos 60 o 90 días porque debemos ir buscando alternativas, ya no podemos seguir planificando, debemos actuar", dijo Guillén.

El representante del Programa Mundial de Alimentos, Miguel Barreto, manifestó que el costo para contrarrestar el hambre en el país es significativo.

Se estima que cada año el país invierte 13 mil millones de lempiras en la atención de los problemas que se generan por causa de la carencia de alimentos.

Los que más sufren ante la escasez de los alimentos son los niños.

ECONOMÍA:

Por tratarse de una de las economías más abiertas de América Central, Honduras ha sufrido fuertemente el impacto de la crisis financiera global en general y de la recesión en los Estados Unidos en particular.
Las remesas, exportaciones de maquiladoras y la inversión extranjera directa (FDI) –los lazos principales entre ambas economías- se están contrayendo. En el año 2009, el Producto Interno Bruto de Honduras cayó a 2.1%. Razones de esta contracción incluyeron la crisis económica mundial y la crisis política nacional. Previamente la economía había crecido en más del 6% por año de 2004 a 2007, y en 4% en el año 2008. El Banco Central de Honduras proyecta que el crecimiento del PIB para el año 2010 será entre 2.2% y 3%.
La pobreza absoluta se vio agravada por el Huracán Mitch en 1998. Pero tras el azote del mortal ciclón, Honduras emprendió un ambicioso plan para reducir la pobreza en un 50% hacia el 2015, en coordinación con la sociedad civil y los donantes

La pobreza relativa




Frente a este criterio o forma de medir la pobreza ha existido otro enfoque igualmente clásico que apunta a la posibilidad de adquirir una canasta de bienes y servicios que puedan asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y estándares de una sociedad determinada. En este caso tenemos la así llamada pobreza relativa, que varía con el desarrollo social que va determinando, en cada época y sociedad, aquel mínimo de consumo bajo el cual más que ver amenazada la supervivencia se cae en un estado de exclusión o imposibilidad de participar en la vida social. El ejemplo clásico de esta forma de pobreza fue dado por Adam Smith en La riqueza de las naciones al escribir: “Por mercancías necesarias entiendo no sólo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, aun entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que presentarse en público sin una camisa de lino. Su falta denotaría ese deshonroso grado de pobreza al que se presume que nadie podría caer sino a causa de una conducta en extremo disipada.”[11]
El riesgo de esta forma de ver la pobreza y, en general, de toda la idea de la pobreza relativa ha sido bien apuntado por Amartya Sen, quién hace un llamado a no perder de vista el “núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza”. El riego es llegar a una relativización total de “la pobreza” siguiendo la famosa frase de Mollie Orshansky acerca de que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”.[12] Además, las expectativas sociales se mueven constantemente en la medida en que una sociedad se desarrolla, elevando sucesivamente nuestra vara de medir el umbral de lo que Smith llamaba “ese deshonroso grado de pobreza”. De esta manera se puede relativizar y hasta banalizar el concepto de pobreza, hasta el punto de decir que, por ejemplo, en Estados Unidos hay un porcentaje mayor de pobres que, en los países del África subsahariana. También se puede llegar a la conclusión que la pobreza aumenta al aumentar el bienestar general de una sociedad ya que las expectativas sobre el “mínimo socialmente aceptable” pueden aumentar más rápidamente que el bienestar real de la población

La pobreza como falta de desarrollo humano

El enfoque más moderno y en boga sobre la pobreza, es decir, aquel que lleva el sello del premio nobel Amartya Sen[4] se inspira en la acepción primigenia de pobreza como falta de capacidad de producir o de realizar su potencial productivo. En este enfoque el énfasis está puesto no tanto en el resultado (ser pobre en el sentido de no disponer de ingresos o bienes suficientes) sino en el ser pobre como imposibilidad de alcanzar un mínimo aceptable de realización vital por verse privado de las capacidades, posibilidades y derechos básicos para hacerlo. Esta forma de ver la pobreza se inspira, como Sen mismo lo destaca, en la filosofía aristotélica que define la “buena vida” como aquella en que se han realizado o florecido todas las capacidades encerradas en la naturaleza de los seres humanos (que según Aristóteles pueden ser muy diversas, como aquella que lleva a algunos a ser señores y a otros a ser esclavos). Esta concepción es parte de la ontología o doctrina del ser de Aristóteles donde las cosas tienen una naturaleza que determina y fija las finalidades o plenitud de su desarrollo. Así, en La política nos dice que “la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su propia naturaleza”. El pleno florecimiento humano requiere, según Aristóteles, de la polis o ciudad, como conjunto organizado y autosuficiente de seres humanos que han realizado sus diversas naturalezas y las ponen al servicio unos de otros.
Este concepto de pobreza, actualizado por Amartya Sen y despojado de sus rasgos incompatibles con una sociedad basada en la igualdad básica de los seres humanos, podría ser definido como pobreza de desarrollo humano. Este es el enfoque que ha sido instrumentalizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estableciendo una serie de criterios de satisfacción de necesidades básicas –esperanza de vida, logros educacionales e ingreso, que son la base del así llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH)– que formarían la base de recursos y habilidades que permiten el “desarrollo humano, definido como el proceso de ampliación de las opciones de las personas y mejora de las capacidades humanas (la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y las libertades”.[5] A partir de ello el PNUD ha elaborado un Índice de Pobreza Humana (IPH) que se describe de la siguiente manera: “En lugar de utilizar los ingresos para medir la pobreza, el IPH mide las dimensiones más básicas en que se manifiestan las privaciones: una vida corta, falta de educación básica y falta de acceso a los recursos públicos y privados.”[6]
El problema de este intento de instrumentalizar el enfoque de Sen radica en la reducción de sus elementos determinantes a algunas variables –como expectativa de vida, escolarización o ingreso disponible– que si bien son relativamente fáciles de medir dejan fuera del análisis del desarrollo a otros componentes esenciales del mismo como ser la libertad individual o los derechos democráticos. Se reduce así la perspectiva de la pobreza de una manera que el mismo Sen ha considerado inaceptable: “La pobreza económica no es la única que empobrece la vida humana. Para identificar a los pobres debemos tener en cuenta, por ejemplo, la privación de los ciudadanos de regímenes autoritarios, desde Sudán a Corea del Norte, a los que se niegan la libertad política y los derechos civiles.”[7]
Esto muestra la dificultad de instrumentalizar satisfactoriamente el amplio enfoque de Sen y puede llevar a absurdos como llegar a considerar que quienes viven bajo regímenes fuertemente autoritarios o simplemente totalitarios gozan de mayor “desarrollo humano” que quienes viven en sociedades que respetan los derechos y las libertades humanas. Así, según el informe de 2009 del PNUD Kuwait permitiría a su población un desarrollo humano más alto que por ejemplo Portugal o la República Checa, y Cuba se ubica a este respecto en mejor posición que Costa Rica o Rumania

La pobreza absoluta

A esta forma previa de ver la pobreza, centrada en las capacidades para realizar las propias potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve la pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o falta de recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios” necesaria para vivir una vida mínimamente saludable. Este enfoque fue sistematizado a comienzos del siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study of Town Life (1901), un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de partida y referencia de los futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble. Por una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica realizada en York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que 11.560 familias, lo que equivalía a unas dos terceras partes de todas las familias de York. La segunda razón es que para llevar adelante su investigación Rowntree elaboró una serie de conceptos y métodos de medición que pasarían a formar instrumentos centrales en prácticamente todos los estudios posteriores sobre el tema. Entre estos instrumentos se destaca la elaboración de una “línea de pobreza”, que no sólo incluía la alimentación sino además el acceso a la vivienda, a prendas de vestir adecuadas y otros ítems absolutamente necesarios para mantener lo que Rowntree llamó “un funcionamiento puramente físico”. Esto le permitió definir dos tipos de pobreza, la “pobreza primaria” y la “pobreza secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas “familias cuyo ingreso total no era suficiente para obtener el mínimo necesario para mantener un funcionamiento puramente físico”.[9] En pobreza secundaria vivían las familias que podían alcanzar ese mínimo pero no disponían de excedentes.
Estamos aquí frente a lo que habitualmente se denomina pobreza absoluta y es aún hoy la medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial en base a una “línea internacional de pobreza”. Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares estadounidenses de 1985 per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para definir la pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de 2008, la línea de pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad refleja el promedio del ingreso mínimo necesario para sobrevivir en los diez a veinte países más pobres del mundo.[10]

videos sobre la pobreza

Imagenes sobre la pobreza




La Pobreza

pesar de la afluencia general en las naciones industrializadas, la mayoría de las personas en el mundo viven en la pobreza. Para poder suministrar las necesidades básicas como el alimento, el vestido, abrigo, educación, cuidado de la salud, y otras, se deben encontrar formas de compartir más equitativamente los recursos del mundo.
La creciente tecnología, cuando va acompañada de prácticas económicas explotadoras, empobrece a muchas personas, y hace que se autoperpetúe la pobreza. Por lo tanto, no contamos como moralmente responsables a los pobres por su estado económico.
Para comenzar a aliviar la pobreza, apoyamos tales políticas como: mantenimiento de ingresos adecuados, educación de buena calidad, vivienda decente, capacitación para el trabajo, buenas oportunidades para el empleo, cuidado médico y hospitalario adecuado, y la humanización y revisión radical de los programas de bienestar social. Puesto que los salarios bajos a menudo son la causa de la pobreza, los empleadores deben pagar a sus empleados u
n salario que no les haga necesario depender en subsidios gubernamentales tales como las estampillas de comida o el programa de bienestar social para su sustento.

From The Book of Discipline of The United Methodist Church - 2000. Copyright 2000 by The United Methodist Publishing House. Used by permission.